Hace unos días, un buen amigo me contó una leyenda sobre la invasión del castillo de Magacela. Pongámonos en situación, siglo VIII, castillo en poder de los visigodos. Los invasores, tropas árabes, acosan sin éxito la fortaleza.
- ¡Luis! No me gustan las batallitas, y menos las medievales.
- Sé paciente. ¡Tenemos mucho que aprender!
Sigo con la historia. Muza, el capitán árabe ideó una estratagema. Reunió un enorme rebaño de cabras y las soltó por la noche con antorchas atadas en la cabeza. Los moradores del castillo, al oír el murmullo en la distancia y ver las luces, supusieron que un gran ejercito les atacaba. Reunieron a todos los efectivos disponibles en el flanco amenazado, abandonando la fachada principal del castillo. Fue precisamente por este lado desprotegido donde, sigilosamente, los asaltantes, con escalas y cuerdas, lograron saltar el muro y sorprender a los sitiados.

¡El castillo de Magacela y las prioridades!
- ¡Luis! Muy interesante, pero ¿qué tiene que ver esta historia con el desarrollo personal?
- Mucho más de lo que imaginas. Sigue leyendo, por favor.
En nuestra vida, en demasiadas ocasiones prestamos atención a las distracciones, a las luces, al ruido, y nos olvidamos de lo importante. Exactamente igual que hicieron los visigodos con las cabras.